Por tanto, aquí estamos nosotros, con nuestra piel de animal cazado, en nuestra cueva, esperando a la salida del Sol, a la conclusión de la lluvia, a la resolución de nuestro conflicto interno, que no es más que una respuesta a los estímulos externos.
Podemos decir, que en el fondo lo que nos diferencia, es que nosotros ansiamos el encuentro. Pero ¿ y es que podríamos también afirmar que ese deseo de encuentro no estuvo en la base diaria de la vida nuestras primeras generaciones ?
Son estas, como tantas otras, preguntas que esperamos que circulen en el fuego de la caverna. Estaremos encantados si, añadido a nuestra decidida ignorancia, se suma la experiencia de miles y miles de seres pensantes y vivientes que pululan por todo el orbe conocido, y por qué no, incluso del desconocido...