martes, 7 de diciembre de 2010

Once añitos

Ha sido una amorosa coincidencia, estimadas y estimados lectores: este número cuatro, designando así, con esta cifra, la aparición de una nueva publicación, o nueva entrada, si nos ceñimos a la terminología de este espacio colectivo. Al cual, he de confesar, todavía no le he encontrado nueva designación, a pesar de algunos esfuerzos. Quizás tendrá que ser de otra manera, la forma en la que se den las condiciones para alcanzar una mayor perfección; tal vez tiene que surgir como de un sueño..
Pero decíamos, nosotros, tendientes a las elucubraciones y a las vueltas de tuerca, que ha sido y lo sigue siendo, y seguirá siéndolo por mucho tiempo, una hermosa y amorosa coincidencia.
A pesar de que estas publicaciones, que pueden leer solamente en este espacio, comenzaron el día seis de diciembre del diez, y así consta de momento en la fecha de salida ( desconozco si algún día podrá cambiar a otro día, o a otro mes, o año) no obstante, se produjo en una zona horaria en la que se funden los días y las noches. Sobre todo las noches. Debido a esta razón, me encontré inaugurando este espacio en el mismo momento en que, once años atrás, veía nacer a mi hija Candela.
Nació en los primeros días del mes de diciembre del noventa y nueve, del siglo veinte.
El otro día, pensando en ella, pensando en todo ello, me daba cuenta de que es hija del siglo veinte, aunque su vida adulta transcurrirá en el siguiente, en este que estamos viviendo actualmente.
¿ Cómo será eso de vivir en un siglo y en otro, no? Yo, por ejemplo, que le di vida, o le di parte de mi vida, y espero seguir dándosela, una vez ella acá. Pero ya en un principio, se me antoja más sabia, su carrera de vida, porque es como que nació de antes; como que vino de antes de mí. Como sin duda será, en mis pensamientos y sensaciones más intuitivas. Más sabia, porque ella vive el final de un siglo y el comienzo del siguiente. Creo que estas situaciones influyen, y de qué manera, en la historia oficial y clandestina de nuestros pueblos y naciones, en fín, de toda nuestra adolescente civilización. Yo he vivido acaso durante dos siglos también. Y quizás yo tenga el derecho también a vivir en dos siglos. Como así, a poder situarme en esa franja épica en la que algo termina, algo empieza, y se revoluciona todo.Pero sin duda, yo siempre lo he de recordar en los ojos de ella. En sus manitos, tan grandes al lado de las mías. Su primer peso, tres seiscientos, su primera cobija- ahí estaba yo, junto a su madre, y dándole la bienvenida y las gracias por haber venido. Igual que le doy las gracias a todos los lectores y a todas las lectoras de este espacio. Y también a quienes no lo fueran.
Feliz día,Hija mía: Felicidades, Querida Civilización, por tus Diez Años. Que tengan muchos más.